martes, 20 de mayo de 2014

Pesadilla 2 (Cagar dignamente)



Un día lunes, de por sí con esa pátina gris de rutina, se convirtió en un lunes mas negro que el carbón.
Fui a hacer un trámite al IOMA (Instituto de Obra Médico Asistencial).
Como es costumbre, voy a la sede central de calle 45 e 12 y 13, tomo el ascensor hasta el 6º piso.
Me atiende, de malos modos y sin el cordial “buen día”, una empleada bajita, de pelo cortado a lo garzón de color rojo algarroba y de voz chillona:
– Señor si Ud. es de La Plata, le corresponde IOMA de calle 7 y 41.
Sin perder las esperanzas, le pregunto:
-¿Puede hacer una excepción habida cuenta que siempre vengo acá y estas personas ya están atendidas? 
Respuesta: NOOO, tiene que ir a 41, ¿Ud. no  lee el  cartel?
Disculpe no traje mis lentes.
Y ahí nomás, la empleada se esfuma en el aire, dejando una estela de deletes y de letras muertas caídas de un expediente recién sacado de un archivo arcaico.
Resignado, bajo las escaleras hasta planta baja y con paso firme camino rumbo al sitio indicado.
Llegando a 42 casi esquina 7, noto que mi parte interna, aquella  de la anatomía que  Aristóteles bautizó “Splánchna” para nosotros, las tripas o vísceras, entraban en ebullición.
Frente a la contingencia de una escatología inminente, apuro el paso, mientras las “Splánchna” trepaban hasta mi campo consciente.

Es ahí donde me acordé del jugo de naranjas, que había tomado una hora y media antes y mi juramento de no ingerir esa bebida antes de salir de casa y ahí me dí cuenta de que soy un perjuro más.   

¡Aquel jugo se había transformado, producto de la fermentación y de la dinámica de las vísceras,  en La NARANJA MECÁNICA, con Alex, el sociópata, su mascota la serpiente Basil  y la 9º sinfonía de Beethoven!

Con una gota de aliento y varias gotitas de sudor en mi frente, con “la piel de gallina” y los pelos erizados por el horror del peor presagio, llego hasta una peluquería frente de la obra social: Cerrado, como las panaderías, las peluquerías cierran los malditos lunes. 

Cruzo la avenida 7 de doble mano,  justo enfrente de la peluquería, en dirección a la obra social, esquivando los coches, bancando los bocinazos, recordando a la empleada de la algarroba, pensé: otra vez en esta situación de urgencia:  ¿terminaré bien o me haré encima?
Llego “ileso” a IOMA y el  policía de la entrada me indica que saque un número, le pregunto por los baños, que como todos, están al fondo a la derecha.
Llego al fondo a la derecha y… No había papel… como tampoco lo había, en el baño de discapacitados ni en el de damas.

Apretando los dientes, los puños, las nalgas, el alma, me dirijo al oficial y con voz entrecortada alcanzo a balbucer: -no hay papel… El agente se encoje de hombros y señala un quiosco enfrente.
Saqué fuerza o mejor “sin hacer fuerza”, silencioso como el mayordomo del Zorro,  cruzo la avenida de doble mano, compro el papel higiénico, vuelvo a cruzar la avenida hacia el baño al fondo a la derecha,  ¡con todas las “Splánchna”calientes y  crujientes, como arrojadas a un caldero sobre el fuego ardiente! 
Por fin, “colonizado”  el bendito trono blanco, caen al sumidero:
¡La naranja mecánica, Aléx, el sociópata, su mascota,  la serpiente Basil, una víctima del sociópata, y la  9º sinfonía de Beethoven entera!    

Termino con la misma conclusión de pesadilla en el Clínicas: “a nadie le importa que los ciudadanos puedan cagar dignamente”.

Y, prosternado, juro por todos los santos: “no tomaré más jugo de naranjas antes de salir de casa, no olvidaré llevar en la mochila o en el bolsillo, un bendito rollito de papel, amén”. 

Marcelo Ocampo
20/5/2014.           

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