El caballo de Troya, que no dejó pisada en la IIíada , sí había trotado un canto de la Odisea, y había añorado un Quijote que lo cabalgara.
Pero nadie quiso cabalgar sobre su lomo de madera y entones se preguntó:
¿Es Pólemos (la guerra y la batalla) el padre de todas las cosas como afirmaba Heráclito?
Vino a su memoria el verdadero origen de la guerra, el concurso de belleza entre diosas: Hera, Afrodita y Atenea. El jurado, un pastor, llamado Alejandro quien era en verdad, el príncipe Paris, hijo de los reyes de Troya, Príamo y Hécuba.
La más bella para el príncipe fue Afrodita, diosa del amor, quien le había prometido como esposa a Helena de Esparta, la más hermosa mujer sobre la tierra, similar a una diosa.
Paris, loco de amor, raptó a Helena y la llevó a su patria, Troya y ambos, Paris y Helena, ahora de Troya, vivieron esa locura de amor, sin importar la guerra de juramentos ni la violación al sacramento del juramento frente a las murallas de Ilión.
El caballo de Troya, razonó entonces que “Pólemos no es el padre de todas las cosas, que el amar con locura es anterior a la guerra y a los juramentos”.
Bajo una noche serena de luna, el caballo de Troya, le pidió a su constructor, Epeo una compañera de madera y el deseo fue cumplido. Epeo construyó una compañera de madera para el caballo y Afrodita le insufló vida y la bautizaron Epona, en memoria de una diosa celta.
El caballo de Troya y su amada Epona cabalgan noches serenas de luna y de pradera amando con locura, mientras en la pradera de Troya yace Pólemos, el que fue el padre de todas las cosas.
Marcelo
9/4/2016
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